Asco de alcohol. Por qué deberías dejar de beber.
¿Te has planteado cómo sería tu vida si nunca lo hubieras consumido? Yo sí. ¿Cómo sería mi vida si nunca lo hubiera consumido? En realidad, puedes pensar que no habría cambiado nada. Como yo. Mientras te dejes llevar por la corriente de esta sociedad, en la que el alcohol forma parte del día a día, puedes pensar que no ha cambiado nada. Estás equivocado. Este no es un mensaje desde el punto de vista de una persona con problemas de alcoholemia, ni alguien que ha tenido una experiencia crítica, sino de un consumidor normal. La sociedad no me considera un alcohólico. La sociedad no considera alcohólicos a los amigos que voy a nombrar. La medicina tampoco. Soy (somos) un miembro totalmente integrado, con un consumo moderado de una sustancia que, si bien no ha dejado una marca trágica en mi vida, se ha llevado por delante de forma silenciosa tantos momentos y oportunidades que no me atrevo a pensar ene ellos.
Te diré algo: no hablo solo de mi, hablo también de ti. De mis amigos, de los tuyos. De muchos jóvenes. De muchos adultos. En el diario de a bordo de mi pequeña singladura por bares y fiestas, el alcohol ha pasado por mi vida como por la de cualquier joven. Noches de fiesta y borrachera con los amigos. No tengo daños permanentes por el consumo, no tengo dependencia. Mi estado de ánimo no está afectado por beber. No soy un adicto. Soy una persona como tú. Como tus amigos. Como tus familiares. Todos hemos vivido algunas de las experiencias que voy a contar. Entre todos, seguramente podríamos escribir un libro de anécdotas sobre noches entre copas y risas. Y a todos, directa o indirectamente, nos ha cambiado.
He tenido mucha suerte. Nunca he debido lamentar algo grave. He subido a coches con conductores borrachos, he conducido bajo los efectos del alcohol. He cometido imprudencias, he tenido accidentes. Hemos jugado con fuego. Sí, hemos. Solo soy un ejemplo, un individuo de una generación en la que un número desproporcionado de adultos jóvenes ha hecho lo mismo que yo. Cualquiera de esas salidas podría haber acabado en desastre. La juventud y la imprudencia, la idiotez de un joven que «controla» y que solo quiere irse a casa a dormir después de la fiesta. Aun sin pasar nada, pienso que el alcohol nos ha arruinado la vida.
Podríamos no haber llegado a casa. Podríamos haber muerto. Podríamos haber matado a alguien.
El alcohol ha cambiado mi vida. He dicho y hecho muchas tonterías. He reído, he llorado. He abrazado a mis amigos, me he peleado con ellos. He dicho cosas de las que me arrepiento, que ni siquiera son lo que realmente pienso (¿Por qué? ¡No lo se!). He sido más divertido, y también he sido un pesado. He enviado muchos mensajes, y realizado alguna llamada. He hecho el amor en la orilla del mar, con y sin protección. Tengo incluso lagunas de memoria de algunas noches en las que, por suerte, llegué a casa sano y salvo gracias a alguien que me acompañaba. He tenido experiencias maravillosas, y algunas horribles, pero ninguna trágica. De la gran mayoría de las cosas puedo acordarme con una sonrisa, de muchas también con una sensación de «¡Qué idiota!» y la certeza de haber madurado para no repetir los errores del pasado.
Pero no necesitas el alcohol para eso. Todas las buenas experiencias que recuerdo hubieran sido igual de maravillosas sin el alcohol. Tumbarte en una playa remota a ver las estrellas, besarte en un concierto, conversar hasta el amanecer, bailar sin importarte quién mire, planear una aventura, bañarte en el mar de madrugada, cantar, reír, jugar, amar… ninguna de esas cosas es mejor ni más valiosa con el alcohol. Alguna de estas cosas no me hubiera atrevido a hacerlas sin beber, cosas como confesar que te gusta alguien, dar un primer beso. Otras son cosas que debiera hacer normalmente pero no las hago: decirle a alguien que le aprecias, valorar una amistad, agradecer lo que han hecho por ti. Incluso uno puede pensar que esas experiencias se las debe de agradecer al alcohol. Pero sigue leyendo.
No, no le agradezco nada al algohol. Podría ser mejor persona sin él. Podría ser una persona totalmente diferente. Sin el alcohol habría madurado en la vida. Me habría enfrentado a mis inhibiciones sin tener que consumir una substancia que las anulara, sería capaz de controlarlas. Me hubiera enfrentado a mi timidez, al miedo al ridículo, a la soledad, a la sensación de empezar una aventura. Y estoy seguro de que hubiera podido hacerlo. Es tarde para demostrarlo. Sería una persona más completa, sería mejor persona. Z esa persona que ha tardado décadas en darse cuenta de esto, podría haber vivido esos años de manera más plena. De manera más real.
¿Y todo ese tiempo perdido? De el día después de beber, de las horas que no puedes hacer nada porque aún te sientes agotado de la noche anterior. De la desgana, del esfuerzo que te cuesta seguir moviéndote y hacer algo productivo. ¿Cuánto dinero me ha costado? No me atrevo a calcular los costes de esta adicción innecesaria.
Los días de resaca totalmente vacíos. Las noches perdidas en horas absurdas. Cuántas otras cosas pudiera haber hecho. Cuantos días. Días que ahora me faltan, que nunca volverán.
El alcohol me ha hecho sentir miserable. He vomitado en esquinas, jardines y abrazado a la taza del váter. Me he tumbado en la cama con un pie en el suelo porque el mundo daba vueltas. He sudado, he tenido calor, frío, náuseas. Si has vivido estos momentos sabrás de lo que te hablo. No merece la pena. No la merece. La euforia de beber alcohol no existe, son los momentos que creas alrededor, esos amigos que te acompañan, las bromas, las sonrisas. Todo eso hubiera existido sin el alcohol. Mucho mejor, mucho más real, mucho más vívido.
Nos hablan de consumo responsable. La información está ahí. Siempre ha estado. Cada vez hay más control, pero el control no basta. Es un vicio tolerado, parte de la tradición de nuestras fiestas, sin el cual no se concibe un evento. No se reflexiona sobre él. No se comenta que, aunque no pase nada, algo pasa. Pasa la vida. Pasa que has cambiado sin darte cuenta, pasa que has perdido un poco de ti, cuando podrías haberlo ganado.
Asco de alcohol.
totalmente de acuerdo con el artículo. Vengo de una familia en donde siempre se tomó mucho alcohol, en mi trabajo todos toman alcohol y en exceso. Hace casi dos años que he dejado completamente el alcohol. Ha sido una decisión muy difícil, pero agradezco cada día que pasa en tener esta nueva vida.
El alcohol es una anestesia socialmente aceptada. Es un maquillaje de la realidad. Nos hace actuar de manera poco racional, por momentos peligrosa, da falsa sensación de seguridad. Espero poder ser fuerte y no volver a tomar en mi vida. El alcohol me ha puesto en peligro en numerosas oportunidades, eso no es lo que quiero para mi vida.